A Fernando tuve la suerte de conocerlo y tratarlo en mi juventud, en la Palma, antes de irse a las misiones, antes de dejarlo todo por entregarse a los demás y a su fe. Fernando López maravilla a todo el que lo conoce... Cercano, entusiasta, cuestionador, luchador,... todo esto y
mucho más es Fernando. Un misionero Jesuita, un cristiano comprometido con los
más pobres, una voz profética que nos interpela y cuestiona muchos de los
valores de Occidente.
Su existencia es profética, ahora incluso más que nunca, en un contexto
occidental en el que la crisis ha puesto patas arriba todas las seguridades de
nuestro mundo, o de esta “selva”, como le gusta llamar también a este otro lado
del Atlántico al jesuita palmero que vive con los indígenas en plena
Amazonía.
Compartió
el destino de los pueblos inundables y del basural de Paraguay, país al que
llegó en 1985, en plena dictadura de Stroessner, donde encontró una Iglesia
“plantada” ante el terror impuesto por el tirano. También acompañó, bajo los
puentes de las urbes brasileñas, a los meninos da rua (los niños de la calle), y
ahora lleva más de una década con los indígenas de la selva amazónica. “Dios me
dio muchas facilidades para hacer lo que hago; me costaría mucho más insertarme
en la selva de Madrid'
Licenciado en Física por la Universidad de Sevilla, con una fuerte proyección
intelectual, decidió hace
veintiocho años responder al interrogante que le asaltaba desde la adolescencia
por las calles de la capital palmera.
Y
cuando terminó la carrera lo vio claro y decidió situarse en los márgenes, con
los olvidados y desheredados de la tierra. Una opción por los pobres que los
jesuitas se han marcado como “preferencial” en sus estatutos y que Fernando
López ha llevado al límite, que es donde también Ignacio de Loyola quería que se
situaran sus seguidores.
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